¿Alguna vez sentiste culpa por actuar como la madre que no quieres ser?Ya hablé en otro momento que la culpa no es buena ni mala; es un sentimiento indicador. La culpa señala un desfasaje; dice que algo en la manera en que actúas no encaja con la mujer que eres y quieres ser.
Sin embargo, hay una parte de nuestra maternidad que da valor (bueno o malo) a lo que sentimos.
Esa parte trata, a toda costa, de mostrar a otros y a uno mismo que una es la madre que debe ser.
Como si fuera posible aquello de madre hay una sola.
1.- Eso de madre hay una sola, no va conmigo.
Cargo tantas madres como vivencias tengo con mi hija. 
- Soy madre paciente, comprensiva, promotora de sueños, contenedora.
- Y también soy madre controladora, castradora, obsesiva, persecutora. Claro que no me gusta mencionar esta faceta, pero la tengo.
Iba
 a llegar de la fiesta antes de la madrugada, y no llega. No hay 
mensajes en el celular, en el contestador, ni señales de humo. 
Nada de nada, y salgo a buscarla.
Te cuento que, cuando al fin la encontré lo más pancha durmiendo en casa de una amiga, no me nació ser comprensiva. 
Casi la como cruda.
Ahora, ese enojo/miedo/alivio que se desbordó al encontrarla, ¿me hace "perder puntos" como madre?
En eso pensé cuando -después del desborde- me inundó de culpa.
Y descubrí que esta mirada que juzga al vínculo materno se origina cuando miro con ojos de la madre que debí ser.
Así que, veamos cuál es la madre que debí ser.
Casi la como cruda.
Ahora, ese enojo/miedo/alivio que se desbordó al encontrarla, ¿me hace "perder puntos" como madre?
En eso pensé cuando -después del desborde- me inundó de culpa.
Y descubrí que esta mirada que juzga al vínculo materno se origina cuando miro con ojos de la madre que debí ser.
Así que, veamos cuál es la madre que debí ser.
2.- Toda madre que se inicia quiere ser la mejor madre.
Durante mi embarazo leí muchísimo sobre maternidad, educación, cuidados del bebé, como probablemente hiciste tú.
Estaba obsesionada por conocer los secretos que me permitieran transmutar en una madre de aquellas. Mi hija se merecía a la mejor madre del mundo. Y esa madre, debía ser yo.
Llegó el gran día: la niña nació.
Estaba obsesionada por conocer los secretos que me permitieran transmutar en una madre de aquellas. Mi hija se merecía a la mejor madre del mundo. Y esa madre, debía ser yo.
Llegó el gran día: la niña nació.
Ajetreo
 feliz durante la tarde. A la noche, agotados, cambiamos pañales y la 
acostamos en la cuna. La misma cuna donde había pasado tan bien en la 
tarde. Pero empezó a llorar, 
y llorar,
y llorar.
Utilizamos todo lo aprendido -que era muchísimo- en los talleres, libros, etc. sobre cómo cuidar al bebé.
Utilizamos todo lo aprendido -que era muchísimo- en los talleres, libros, etc. sobre cómo cuidar al bebé.
- Auparla, mecerla (en las diversas posiciones sugeridas)
- Cambiarle pañales.
- Alimentarla otra vez.
- Revisar la cuna, por si había algo en ella.
- Provecho, masajes, mover las piernitas para sacar gases, etc.
Nada de nada. 
Recurrimos al botón ¡S.O.S.!  Y llegó la enfermera de la noche: una vieja regordeta con cara de abuela de Sarah Kay y voz de "ñañañaña".  
Bastó que la tomara en sus brazos para que la niña enmudeciera.
Después de la alegría porque ya no lloraba, sentí algo parecido al miedo.
La enfermera hizo lo mismo que había hecho yo: auparla y hablarle. ¿Por qué conmigo no se había calmado?
No había pasado un día de convivencia con mi hija cuando ya manejaba la idea de ser un fracaso como madre.
En mi imagen de mejor madre eso no debía haber pasado.Después de la alegría porque ya no lloraba, sentí algo parecido al miedo.
La enfermera hizo lo mismo que había hecho yo: auparla y hablarle. ¿Por qué conmigo no se había calmado?
No había pasado un día de convivencia con mi hija cuando ya manejaba la idea de ser un fracaso como madre.
¿Pensamiento ridículo? Puede ser.
En mi defensa digo que estaba con todo el revuelo hormonal.
Además, nadie me había dicho algo tan lógico como que para ser madre no basta con adquirir conocimientos leyendo o concurriendo a talleres.
Una se hace en la práctica.
Veamos otro ejemplo:
Imagínate que todo el embarazo leíste y participaste en grupos de lactancia materna. Sabes el beneficio que trae para tu hijo dar de mamar, quieres hacerlo.
Nace el niño y no tienes leche.
Claro que la explicación racional diría No pasa nada. Le das la mema.
Pero la imagen que creaste durante el embarazo, la imagen reforzada por grupos de madres que también -como tú- buscan lo mejora para sus hijos, de alguna manera desvaloriza a quien no da de mamar. Y quien no tiene leche no da de mamar.
¿Acaso en esa situación no sentirías que no eres buena madre?
No es posible ser la mejor madre para nuestros hijos basándonos en imágenes.
Tenemos que aceptar la tarea de ser madres en obra.
Toda obra exige actuar, exige práctica.
Y esa práctica ocurre en un territorio (contexto) que no es ni parecido a lo que describen los libros, talleres de maternidad u otras madres.
Tu contexto es único, como lo eres tú.
Si uno no acepta que es obra (no un ser acabado), no puede aceptar que a veces erra el camino.
Pero cuando uno acepta que está en obra, si erra el camino se anima a reconsiderar y modificar lo necesario para encauzar mejor lo que vive.
Cuando reaccioné furiosa porque mi hija no me había avisado dónde estaba, erré el camino.
No lo erré por permitirme sentir la emoción, sino porque no canalicé el enojo de manera adecuada.
Y eso se aprende en la práctica.
3.- Imágenes de madre que afectan la maternidad.
Como madre seguro tienes miles de vivencias que ilustran mejor el tema sobre el 
que hoy trato: nos creamos ideas sobre cómo deben de ser/actuar las madres.
Estas ideas de Cómo debe ser una madre se apoyan en:
Uno llega a creer que esta madre que desea ser y que, de alguna manera es la que mide nuestro actuar, es producto de nuestra libertad y deseo profundo.
Y no es así.
Hasta la mejor idea de madre que tengas es una construcción limitada y apropiada (es decir, incorporada por alguna cultura a la que pertenecemos).
Y no es que esté mal o bien tener estas imágenes.
Lo que no es sano para una es medirse por ellas.
Una es madre
Y si una asume la tarea de ser su propia obra, puede ir creando el más sano vínculo para con ese hijo en particular.
Estas ideas de Cómo debe ser una madre se apoyan en:
- las imágenes de madres que cada una tiene (introyectadas vaya a saber en qué momento de nuestra vida).
- las imágenes que trasmite la bibliografía especializada, los cursos y las charlas informales, imágenes que uno recibe durante el embarazo.
Uno llega a creer que esta madre que desea ser y que, de alguna manera es la que mide nuestro actuar, es producto de nuestra libertad y deseo profundo.
Y no es así.
Hasta la mejor idea de madre que tengas es una construcción limitada y apropiada (es decir, incorporada por alguna cultura a la que pertenecemos).
Y no es que esté mal o bien tener estas imágenes.
Lo que no es sano para una es medirse por ellas.
Una es madre
- de un ser cambiante (hijo)
- en un contexto cambiante
- y con una identidad cambiante (porque las madres, como sucede a las personas, cambiamos día a día aunque no nos demos cuenta).
Y si una asume la tarea de ser su propia obra, puede ir creando el más sano vínculo para con ese hijo en particular.
Cuando no aceptamos lo que somos, creamos la máscara de madre idealizada que queremos ser. 
No es sano para el vínculo con nuestros hijos.
Y menos, para el vínculo con nosotras mismas.
Me gustaría invitarte a mirar tu maternidad teniendo en cuenta -por lo menos- las siguientes dos cosas:
Y menos, para el vínculo con nosotras mismas.
Me gustaría invitarte a mirar tu maternidad teniendo en cuenta -por lo menos- las siguientes dos cosas:
- Las imágenes de madre que te guían.
- El hecho de que ser madre, cambia la identidad.
4.- Una cosa es la imagen de madre y otra la madre que somos.
Nuestra sociedad nos impulsa a vivir de imágenes. Con tanta celeridad nos presenta juicios, valores, roles, mandatos, que no siempre logramos despegarnos de ellos al actuar.
Más
 allá de nuestras intenciones y nuestra capacidad crítica, siempre se 
cuelan las imágenes de "qué es hacer bien las cosas". 
No es sano vivir de esta manera la maternidad.
Cuando vivimos en esa periferia de la imagen, terminamos sintiendo culpa, temor, y no asumimos a pleno nuestro rol. (Rol que, por cierto, desde el inicio es un camino lleno de metidas de pata y de aciertos).
Creo que, por lo menos por cuestión de salud psico-afectiva-, una debe someter estas imágenes a juicio. Y tiene que hacerlo en forma deliberada.
Darse un momento de tregua y preguntarse a sí misma:
No es sano vivir de esta manera la maternidad.
Cuando vivimos en esa periferia de la imagen, terminamos sintiendo culpa, temor, y no asumimos a pleno nuestro rol. (Rol que, por cierto, desde el inicio es un camino lleno de metidas de pata y de aciertos).
Creo que, por lo menos por cuestión de salud psico-afectiva-, una debe someter estas imágenes a juicio. Y tiene que hacerlo en forma deliberada.
Darse un momento de tregua y preguntarse a sí misma:
- ¿Hay una sola manera de ser madre?
- ¿Hay una mejor manera de ser madre?
- ¿Qué es lo que deseo vivir como madre?
- ¿Cómo puedo ayudar a mi hijo a ser la mejor versión de sí mismo?
Uno no está acabado. Recuerda:
Somos Madres en Obra.
5.- Ser madre nos cambia la identidad.
Cuando busqué material sobre maternidad, hace más de veinte años, todo lo que llegó a mis manos refería a cuidados del niño y a lo que debía hacer como mamá para no lastimar su ser.
Es una carga demasiado pesada para una persona. La madre, ante este mandato, queda terriblemente vulnerable:
Si era poco el cambio de hormonas, de cuerpo, de todo, hay que sumar el peligro latente de lastimar a un bebé.
Bebé que, además, es nuestro diminuto y tan esperado hijo.
La pretensión es un absurdo.
Porque un bebé, un niño, debido al hecho de ser persona va a sufrir.
No porque busquemos provocarle sufrimiento (no es de eso de lo que hablo), sino porque es parte de la vida humana.
Cuando hay una amenaza tan grande -mis actos pueden lastimar a un indefenso-, el miedo surge como consecuencia natural.
El miedo es otra emoción estrambótica.
La pretensión es un absurdo.
Porque un bebé, un niño, debido al hecho de ser persona va a sufrir.
No porque busquemos provocarle sufrimiento (no es de eso de lo que hablo), sino porque es parte de la vida humana.
Cuando hay una amenaza tan grande -mis actos pueden lastimar a un indefenso-, el miedo surge como consecuencia natural.
El miedo es otra emoción estrambótica.
A veces la emoción miedo es positiva, cuando nos avisa de un peligro. 
Pero
 la mayoría de las veces, el miedo nos lleva a actuar como la mona. Por 
miedo a equivocarnos por lo general metemos la pata profundamente. A 
veces la metemos por no actuar. 
Otras, por tratar que el niño no sufra, se equivoque, se frustre... 
Y cuando nos equivocamos, la culpa llegará a barrer la autoestima materna. 
Miedo y culpa. Dos emociones con las que toda madre convive.
¿Existe un antídoto?
Sí. El amor.
Primero, el amor a uno mismo.
Uno debe amarse a sí mismo para poder amar a otro.
(Dilo en Twitter) 
Hablo de amor, no de sensiblería enamorada que quiere pasarla bien.
El
 amor no nos evita sentir miedo, culpa u otra emoción. Pero permite 
detenernos un momento para sentir y reflexionar sobre cómo actuar.
El amor es el antídoto pues nos lleva a asumir las consecuencias de ese amor.
Una de las consecuencias al amar es ubicarnos en el lugar que nos corresponde (y esto no es poca cosa, por cierto).
El amor nos devuelve la claridad de comprender que:
El amor es el antídoto pues nos lleva a asumir las consecuencias de ese amor.
Una de las consecuencias al amar es ubicarnos en el lugar que nos corresponde (y esto no es poca cosa, por cierto).
El amor nos devuelve la claridad de comprender que:
- En mi vida, la protagonista principal soy yo.
- En la vida de mi hija, la protagonista es mi hija.
- Y en la tuya, debes ser tú.
El miedo a que nuestro hijo sufra (se equivoque, etc.) a veces nos lleva a intentar vivir la vida de nuestros hijos.
Vivir en función de los hijos limita su desarrollo y el de nuestro ser.
6.- Por último: la letra chica del contrato.
Y la letra chica dice: 
Así como los padres tenemos derecho-obligación de hacernos cargo de nuestra vida, tenemos la obligación ética de no interferir en la de nuestros hijos y brindar las herramientas para que puedan hacerse cargo de la suya.
¿Qué quiero decir con esto?
Uno no es madre cuando nace un hijo sino desde que nace un hijo y durante toda la vida. 
Como se señaló en el punto 2, los padres nos hacemos en la práctica. Y
 los hijos crecen cada día. Esto hace que, aquello sobre nuestro hijo en
 que nos volvimos expertos el año pasado, este año nos sirve poco.
Así
 que, a actualizarse en lo que necesita tu hijo hoy. Y, principalmente, 
practicar, practicar, practicar porque no estamos acabados.Somos madres en obra.

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