Era un día maravilloso de playa. Muchos
padres permanecían con niños bajo las sombrillas. Cerca de donde estaba, una
pareja joven jugaba con su hija pequeña.
Entonces la niña comenzó a llorar
fuerte. Y los padres intentaron calmarla.
Quizá pasaste situaciones
así, desesperarte por no poder calmar el llanto de tu hijo.
Voy a contarte qué tuve ganas de decir a esa madre, y no dije.
1.-
Busca apoyo en ti.
Respira hondo y conecta
contigo. Toma contacto con el aire que entra y sale de ti, te ayudará. Es
necesario que aprendas a no contagiarte de su angustia. 
Sugerencias:
- La primera cosa que debes aprender es a no actuar por el contexto: Si a otros no les gusta el llanto de tu hijo, pueden alejarse. Tranquila. Comunica calma a tu hijo. No aumentes tu incomodidad.
- Respira normal pero atiende a cómo entra y sale el aire mientras calmas al niño. Importa mucho adquirir la habilidad para detectar lo que te produce su llanto. Y esto sin dejar de atender a tu hijo. Lleva mucha práctica, es cierto.
Junto con esta actitud de centrarte en
ti, intenta hacer los otros puntos.
2.-
Ofrece soluciones a sus necesidades básicas.
Un niño pequeño no tiene la suficiente
madurez lingüística como para explicar lo que sucede cuando está
angustiado. 
Habla, pero en medio de tanto afecto
desordenado, no logra explicarse. Por eso llora.
Sin perder tu calma, satisface sus
necesidades básicas. 
- Ofrece agua
- Dile: Vamos a hacer pis y lo preparas para que haga.
- Ofrece algo para comer.
- Moja su cabeza por el calor.
- etc.
3.-
Desenfoca su atención.
Como no sabes qué le sucede, necesitas
tiempo para averiguarlo.
El niño tiene que esperar, pero está
angustiado y, además, a los niños les cuesta esperar.
Siempre desde la calma y los
movimientos suaves del punto 1, busca que lleve su atención a otra
cosa mientras sigues averiguando qué sucede. 
Sugerencias:
- Hacer un juego de dedos que le guste, un cuento.
- Canturrea o entona una canción que te calma o le calma. Incluso puedes ir explicándole al niño lo que haces con un ritmo que conoce.
4.- Da
repuesta aunque no sepas.
Si tu niño se calmó en el segundo paso,
listo. 
Pero si no se calma, o se calma de a
ratitos, tienes que elegir una respuesta tú. 
No el niño, tú. 
- Puedes decidir hacerlo dormir una siesta (la playa cansa)
- Puedes irte a casa y averiguar qué sucede o consultar con un médico si crees que es algo físico.
- Puedes lo que sea.
No pidas a tu hijo que decida qué quiere hacer. Decídelo tú y, en todo caso, comentas con él lo que harás.
 Un niño pequeño no tiene posibilidad de discernir qué
     es lo mejor para él. Probablemente tú tampoco. Pero asume el no saber con
     valentía y no le agregues tensión a tu hijo. 
Y trata que sea en la línea de lo que viene sucediendo. 
Por ejemplo, decidir: si sigues llorando no miras televisión; además de ser una amenaza, no tiene nada que ver con la vivencia del niño (recuerda que esta niña estaba en la playa). 
En
suma, Madre en obra.
Estas cosas son las que no dije a los padres
de ayer. Evité ofrecer ayuda por miedo a quedar como pesada. Una macana, por
cierto.
Lo que importa cuando tu hijo llora es
que no pierdas la calma. Al menos no la pierdas toda. Aprende a controlar tu
incomodidad.
No creas que llora de mañoso. Los niños lloran por algo. Responde
a su llanto. 
Incluso si llorara de mañoso tiene
que ser atendido y encauzado. 
Tienes que ofrecerle alternativas a su
comportamiento, porque los padres somos los que educamos.

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