Convivencia: Trascender el enojo y la culpa para ver al otro

Madre en obra. Vida cotidiana. Convivencia
Ayer en la noche viví una situación molesta.
Hace unos días mi hija preguntó si podía venir gente a trabajar en casa. Dije que sí. No tengo problema que se junten, aunque es una casa chica.

Eso hasta ayer, cuando me enteré que no eran 4 como la vez anterior sino más de 20 personas para realizar el corto.

Y dije no.

Ella tomó el celular y avisó al resto que se precisaba otra locación.


Dominar lo que sientes mientras lo sientes


Pero yo quedé tan enojada con mi cambio de un sí a un no, que caminé diez kilómetros en el caminador y seguía sintiendo incomodidad.

De sentir enojo, pasé a sentir culpa. 
Mi cambio de postura la enfrentaba a ella a tener que cambiar su palabra. Y eso me generó culpa. Llegué a preguntarme por qué me molestaba la cantidad de personas.

De sentir culpa, pasé a querer culparla a ella.
¿Por qué no me dijo que eran tantos? ¿Y cómo no se dio cuenta que no entran?
Además, ella no luchaba para que volviera al sí. ¿Es que no le importa afectar a todos sus compañeros?

Y así, 1 hora de caminata furiosa con todo y todos.
Hubiera sido una muy buena oportunidad para discutir en grande.
Pero no me la dio. (Esta actitud suya fue de gran ayuda para que yo pudiera terminar de encauzar todo el movimiento afectivo que vivía. Tenélo presente si vivés conflictos).

Aprender de lo que ocurre


Esa rabia que viví puede servir para algo (espero).

Primero. Para recordarme que no se trata de saber sino de practicar. 

Sé que uno no tiene por qué actuar desde lo que siente pero, aún tratando de canalizar afectos, ayer hubiera participado de una discusión inmensa si no fuera porque no tuve oportunidad.

Segundo. Recordar que la atención depende de cómo uno percibe las cosas.(ver video)


Las dos vivimos en el mismo lugar pero lo percibimos diferente. Para mi el tamaño era un obstáculo infranqueable y ella enfocó sólo en las posibilidades del lugar. Por ejemplo, la luz natural que ingresa en todas las habitaciones.

Tercero. La diferencia de cómo percibimos la realidad, nos vuelve ciegos a otros aspectos.

Eso está en la base de muchos conflictos.

Para ella el número de personas nunca fue importante.
Por eso se volvió invisible lo que, para mi, era EL problema.


Los supuestos y cómo pueden dañar el vínculo.


Cada una tiene un entramado de creencias, valores, etc. que nos lleva a aspirar vivir de una manera. Si hacemos algo diferente a lo que creemos que debemos hacer, la culpa nos indica que actuamos mal.
En mi caso, dar la palabra tiene valor. Y dar marcha atrás a una cosa que había aprobado, me generó culpa.

Racionalmente, fue una decisión adecuada.
Afectivamente, fue en contra de lo que deseo vivir: si diste la palabra, se cumple.

Y en lugar de simplemente sentir la incomodidad de la culpa, la traté de sacar.

¿Cómo funcionaron en mí los supuestos?


  • Tomé un dato (el número de personas) 
  • inventé una hipótesis (me ocultó ese dato) 
  • y la asumí como cierta. Le di categoría de verdad: ocultó datos.

Automáticamente, la culpa se dirige a ella.

No lo hice consciente. Ocurrió. Ahora me doy cuenta cómo ocurrió. Ahora reconozco a este tipo de desliz en la base de muchos conflictos que suceden en la convivencia.


Suponer situaciones es común y peligroso porque -en medio de la dificultad- tendemos a creerlas ciertas.

Una herramienta contra los supuestos


Preguntar.


Antes de tomar como cierto un supuesto, y aunque este supuesto nos alivie (porque coloca la incomodidad de la culpa en el otro), conviene preguntar y creer en lo que se dice.


-¿Por qué no me dijiste la cantidad?
-Porque no me di cuenta que fuera importante.

Claro que ayer, en medio de la rabia que sentía, no creí que no se hubiera dado cuenta. Pero no mencioné que no creía. Sé que los afectos -a veces- nos juegan malas pasadas.

Por esto conviene tomar distancia para que vuelva la calma, en lugar de juzgar culpable a alguien por una situación que surge.
Eso lo digo ahora. Ayer, si hubiera podido, discutía en grande.
Pero no hubo quórum.

Conclusión.


En todos lados se cuecen habas y en mi casa a calderadas.

Que esté animando a estar atentas y cambiar acciones cotidianas que nos limitan, no quiere decir que a mi me salga bien.
Quiere decir que sé que es el camino.

Uno no ve toda la situación. Enfoca en lo que le importa.
Tengamos cuidado cuando estemos enojadas. Y, si metemos la pata, pues arriba y a retomar la marcha.
Porque es real, madreenobra,
tu cambio es el camino.

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