Conciliar: 3 secretos para llegar a casa sin enojarte con tus hijos.

Madre en obra. Sentimientos. Hijo. Cansada.


Mi primer secreto: atender.


Antes de llegar a casa, prestá atención a tu cuerpo. Es ahí donde se manifiesta lo que sentís, pensás o te preocupa.
Entonces, prestá atención a tu cuerpo. ¿Traés el ceño fruncido, por ejemplo?, ¿a qué se debe?

Date cuenta de qué sentís. 

La mayoría de las veces que reaccionamos mal por tonterías, es que nos pasa algo.
Observá tu cuerpo.
  • ¿Estás tensionada? ¿Te quedó colgado un problema laboral?
  • ¿Estas enojada? 
  • ¿Preocupada?
  • ¿Te duele algo
Reconcé cómo llegás, pero no juzgues si es bueno o malo.


Date cuenta qué sentís, no lo juzgues.


Imaginemos que traés fruncido el ceño porque estás preocupada.
Listo. Es eso. Sabés que estás preocupada.
No juzgues si tu preocupación es grande, mala o buena.


Segundo secreto: cuidar.


  • Sabés cómo venís. 
  • Sabés que te esperan niños en casa.

¿Qué podés hacer para cuidar del vínculo con tus hijos? Enfocarte en ese deseo: cuidar los vínculos.


Una aclaración: 


Por el sólo hecho de ser niño, tu hijo querrá disfrutar un rato con vos. No se trata que no entienda tu cansancio.
No se trata que sea pesado, mimoso, malcriado o cualquier otra etiqueta que cargue sobre sus hombros.

El único "problema" que tiene tu hijo es que es niño.

Fijate en el manual de instrucciones que traía al nacer. Seguro vas a encontrar recomendaciones, entre ellas:

  • Frágil, tratar con respeto.
  • Necesitado de adultos que le amen.
  • Puede ocasionar ruidos molestos; es normal.

Pero volvamos a ti, que te duele el juanete, tu jefe es idiota y venís preocupada por el alquiler.



¿Qué podés hacer para que todo eso no afecte a tu hijo?

Cuidar el vínculo.

Tené en cuenta que:
  1. No elegís lo que sentís (por ejemplo, si estás enojada, estás enojada).
  2. Pero sí podés elegir qué hacer con lo que sentís.

Aquí dejo algunas ideas que -si las hacés- pueden ayudarte a canalizar lo que sentís. 
Tu creatividad encontrará otras:
  • Bajá del ómnibus antes y caminá, en lugar de ir hasta la parada de tu casa.
  • Golpeá un almohadón, apretá y torneá un oso de peluche, rompé papeles o algo (que se pueda reponer, no rompas la vajilla de tu tatarabuela), 
  • Saltá, bailá, gritá, etc. 
  • Una onda más tranquila: tomá consciencia de tu respiración mientras venís en el ómnibus. No fuerces la respiración. Sólo atendé cómo entra y sale el aire.


Tercer secreto: proyectar.


A esta altura ya tenés claro cómo llegás a tu casa.
También sabés lo que no querés que pase (por ejemplo, no afectar a tus hijos chicos con lo que pasó fuera).
Y sabés que no tenés energía como para atender a un niño de 3 o 4 años.


Proyectá, planificá el encuentro. 


  • ¿Qué podés proponer con la poca energía que traés?
Tiene que resultarle atractivo al niño e insumir poca energía, porque sabés que volvés cansada.

Y aquí es donde entran en acción crear planes: un plan A, B y así hasta el plan Z, si es necesario.

¿Qué es "un plan"?


Una propuesta para ofrecer -como contrapropuesta- a la avalancha de energía con que va a recibirte tu hijo.


Claves para que un plan funcione.

 

  • Tenés que tener en cuenta tus necesidades y las de tu hijo. 
  • Ponele onda a lo que propongas. Si tu cara es de fastidio, ningún plan resulta.
  • Administrá la poca energía que te queda. 
  • Explicá a tu hijo la propuesta en términos positivos. Por ejemplo, que hoy estás tan cansada que necesitás dormir y, como también querés estar con él, le proponés un plan especial así tu cuerpo descansa un poco mientras se divierten juntos. 

En esto es muy importante que quede claro que él no tiene nada que ver en tu cansancio. Que lo traés de antes. 
Los niños tienden a asumir todo lo que nos sucede, y a veces sienten culpa por ello.

(Aunque cada vínculo es un mundo, en el enlace te doy planes que a mi me funcionaron). 

Un último secreto.

No todas somos iguales, y está bien así.

Si no querés jugar a nada, estás terriblemente molesta o no te queda nada de energía para permanecer con tus hijos, utiliza la fórmula Robinson Crusoe.

Muchas veces recurrí a ella cuando mi hija era chica.
Por unos minutos, sirve.
Y unos minutos a veces bastan para recobrar el ánimo y volver a escena.

Tenete paciencia, madreenobra. Después de todo, cambiar hábitos es complejo.
Pero has llegado hasta aquí. 
Vamos, 
Tu cambio es el camino. 


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