Todos, en algún momento, nos
sentimos culpables.
Sentir culpa no es bueno ni
malo en sí, aunque esta emoción humana no es agradable de experimentar. De eso
no cabe duda.
Algunas personas tienden a
evitar sentir esta emoción. Utilizan mucha energía en ocultar fracasos,
errores, o lo que sea que les provoca este sentimiento. Otras creen que más vale culpa conocida que culpa por conocer. Y se encargan, una y otra
vez, de traer los errores pasados para reprocharse o reprochar a los otros.
En este artículo te invito a transitar la culpa camino hacia la responsabilidad. Expondré una manera que creo útil para enfrentarse a la culpa. Espero que te sirvan en la
tarea de hacerte madre.
¿Sobre qué escribo aquí?
Acepta que la culpa no es tu amiga. Sólo es una emoción
La culpa es un indicador
Un ejemplo sobre cómo no debes vincularte con la culpa
¿Qué alternativas surgen en el camino de la responsabilidad?
Acepta que la culpa no es tu amiga. Sólo es una emoción
En el cuento de Caperucita
Roja, la niña se pone a conversar con el lobo.
Y es a raíz de esa charla con el
enemigo, como si fuera un amigo, que se llega al desenlace en la casa de la
Abuelita.
Los lobos son animales
fascinantes, seductores, maravillosos y feroces. Tarde o temprano atacan,
porque está en su naturaleza.
Ocurre que, cuando sentimos
culpa, muchas veces hacemos como Caperucita. Hablamos con ella como si fuera
nuestra amiga. Tratamos de explicarle lo que pasó, de razonar con la culpa. Y
es un gran error.
Es una emoción desagradable.
Y no deja de ser desagradable por más explicación que des al asunto que la
provoca. Así que, en lugar de pararte a pedir o dar explicaciones a la culpa, aprende a
reconocer su presencia y mantén cierta distancia.
La diferencia entre sentir culpa y detenerte a conversar con ella en medio del camino, está en la pregunta: ¿Qué es lo que indica esta emoción?
La culpa es un indicador
La
presencia del lobo de la culpa indica "algo anda mal". Quien
evita reconocer que esta emoción aparece en su vida, se pierde la oportunidad
de crecer.
Cuando sientes culpa es porque se generó una situación
que resulta contradictoria con lo que querés vivir. La emoción te indica que
algo se ha estropeado, se ha atascado, y precisas decidir qué hacer.
Dije antes que no tienes que
evitar esta emoción, pero sí debes apresurarte a ponerte a salvo. Permanecer durante un tiempo dando vueltas
a la culpa, es peligroso. Una vez que abres la caja de los reproches,
probablemente te cueste no buscar explicaciones. Y recuerda lo que dije en el
punto anterior: hablar con la culpa no es bueno.
Ponerse a salvo no quiere
decir negar u ocultar lo que sientes. Se
trata de aceptar que la culpa está ahí,
sin por ello dar pedir ni dar explicaciones de nada. Reconocer la culpa,
enfocar en lo que la origina, permite que no invada todo tu ser. La
sientes, te duele, y aún así puedes observarla de frente para descubrir qué
indica.
Lo que debes hacer es:
- Primero ponerte a salvo reconociendo la presencia de esa emoción. Se trata de darte cuenta de lo que sientes y aceptar que lo sientes. Sólo eso. No precisas averiguar nada más hasta el siguiente momento.
- Una vez que aceptas la emoción sin explicar, observa qué es lo que la ocasiona. Sólo observa. Trata de reconocer:
- Dónde se origina tu culpa (por ejemplo, en qué situación)
- ¿Involucra a otros o únicamente a ti?
- ¿Qué impacto crees que puede tener la acción que la origina?
- Cuando descubras qué la ocasiona, piensa qué debes hacer para reparar lo hecho. Nada de buscar culpables o culparte a ti. El camino es hacerte responsable de lo que corresponda.
Un ejemplo sobre cómo no debes vincularte con la culpa
Voy a ponerte un ejemplo que me pasó hace unas semanas, cuando decidí cambiar algunos hábitos y comer sano. Iba a salir a comprar verduras cuando veo bajo la puerta un anuncio del bar de la esquina.
Inmediatamente di media vuelta y los llamé por un chivito.
Apenas hice la llamada sentí
una culpa terrible. Pero en
lugar de ponerme a salvo, me puse a hablar con ella:
- ¿Sabés por qué sentís
culpa?
- Sí, por el chivito que viene en viaje.
- ¿Ves como no sos capaz de sostener ningún propósito?
- Tengo hambre ahora, y mientras salgo de compras demoro mucho en cocinar.
- ¿Pero no habías quedado que empezabas a cuidar lo que comías?
- Bueno, pero no lo hago más.
- Mentira, Vos no cambiás más. Cada vez que te proponés algo, bla, bla.
- Sí, por el chivito que viene en viaje.
- ¿Ves como no sos capaz de sostener ningún propósito?
- Tengo hambre ahora, y mientras salgo de compras demoro mucho en cocinar.
- ¿Pero no habías quedado que empezabas a cuidar lo que comías?
- Bueno, pero no lo hago más.
- Mentira, Vos no cambiás más. Cada vez que te proponés algo, bla, bla.
Mientras
perdí el tiempo explicándole a mi culpa que no lo haría más, llegó el chico del
bar con el chivito. Y me lo comí.
Por supuesto que sentí culpa. Y la salida no pasa por evitar ese sentimiento.
La clave está en transitar la emoción volviéndonos responsables.
Responsabilidad
proviene del término latino responsor (respuesta).
Y de eso se trata: de responder. De dar
respuesta a la nueva situación.
Una vez que observamos qué
situación nos provoca la emoción de culpa, precisamos preguntarnos:
¿Qué puedo hacer ahora para reparar la situación que provoqué?
Ese
tipo de preguntas te sacan del camino de culpabilizarte y te llevan al de la
responsabilidad.
Tienes que saber que reparar no
refiere a volver las cosas a como eran antes. Lo que ocurrió, ocurrió. No puede volverse atrás.
Reparar permite crear las condiciones para volver a transitar por el camino que deseabas.
¿Qué alternativas surgen en el camino de la responsabilidad?
Dependerá de la situación particular que te generó culpa. Y si el impacto sólo te abarca a ti o involucra a otras personas.
Pero para seguir con el
ejemplo del chivito, reparar sería:
- Llamar y cancelar el pedido
- Si no dio el tiempo, colocarla en el frezeer para regalar esa comida a alguien.
- Otra alternativa que me aleje de comerla, pues eso era lo que no quería hacer.
En fin, MadreEnObra, si
metes la pata (o ya la metiste) no sigas enredada en la culpa. Camina hacia la
responsabilidad.
Si no puedes encontrar el
camino sola, pide ayuda.
Pero nunca, nunca, nunca, te pongas a pedir o dar explicaciones
a la culpa.