
La vida cotidiana nos seduce a no intentar nada. Promueve que esperemos, frente a la pantalla, a que llegue el momento, las ganas, la oportunidad o lo que sea; y esto afecta a los niños y a los adultos.
Hace unos días encontré esta anécdota, escrita cuando mi hija era chica:
Estamos cenando y le recuerdo que no ha hecho los deberes.
-Mañana en la mañana, apenas desayunes, tienes que hacerlos, le digo.
Ella me mira y, con un gesto que incorporó estos meses y significa “tengo una idea”, dice:
-Ya sé. ¿Y si mañana no llevo el cuaderno a la escuela?
Me río mucho. ¡Es que tiene una chispa para plantear soluciones que me sorprende!
Cuando recobro la calma, pongo el límite: Ni se te ocurra olvidarte. Aunque yo no esté, mañana después del desayuno los haces.
Reconozco que dije a mi hija -en diversas oportunidades- que debe hacer lo que desea. Pero el deseo es tomado a la ligera.
¡Es tan difícil darse cuenta de los límites! Mucho más para los niños que son enseñados por nosotros, quienes no siempre tenemos clara la diferencia entre seguir nuestro deseo y hacer lo que deseo.
Hay un libro que en esa época leí con ella, turnándonos los capítulos: La Historia interminable, de Michael Ende. Maravilloso libro. En un momento Bastian recibe de la Emperatriz niña un medallón (el ÁURYN) que detrás tiene la inscripción “Haz lo que quieras”. 
La primera interpretación que hace el niño es la lineal, la básica: no sólo tenía permiso sino que estaba siendo animado a hacer lo que tuviera ganas.
Pero cuando capítulos más adelante se encuentra con el León (Graógraman), le aclara los límites de tal frase: “Quiere decir que tienes que hacer tu Verdadera Voluntad. Y no hay nada más difícil”
La primera interpretación que hace el niño es la lineal, la básica: no sólo tenía permiso sino que estaba siendo animado a hacer lo que tuviera ganas.
Pero cuando capítulos más adelante se encuentra con el León (Graógraman), le aclara los límites de tal frase: “Quiere decir que tienes que hacer tu Verdadera Voluntad. Y no hay nada más difícil”
-¿Mi Verdadera Voluntad? ¿Qué es eso?
-Es tu secreto más profundo. Que no conoces.
-¿Cómo puedo descubrirlo entonces?
-Siguiendo el camino de tus deseos. Ese camino te conducirá a tu Verdadera Voluntad. /…/ Ese camino exige la mayor autenticidad y atención, porque en ningún otro es tan fácil perderse para siempre.
-¿Quieres decir que no siempre son buenos los deseos que se tienen?
-¡Qué sabes tú lo que son deseos! ¡Qué sabes tú lo que es o no es bueno!
(Michael Ende, La Historia interminable, España, 1995, Alfaguara. p.227 y ss. Texto recortado)
Los límites ayudan a encauzar nuestro camino al conducirnos por los deseos.
Límites de madre
Desde que mi hija comenzó a decidir sobre sus proyectos, la invito a discernir entre los deseos que llevan al “hacer lo que tengo ganas” de los que conducen a cumplir con su “Verdadera Voluntad”. Esto sería lo más cercano a aprender a ser libres.
Ser libre exige ser responsable de su vida y de la de otros.
Muchas veces educar la voluntad genera conflictos que es preciso aprender a transitar. En mi caso, que en lo cotidiano educo sola, si me siento muy implicada en un tema y sé que lo que digo puede no servir (porque me enoja o porque ella no quiere escucharme), la invito a que recurra a la red de contención. Siempre es necesario educar en red.  La red debe integrarse por personas que la quieren bien, para que le ayudan en las decisiones que debe tomar.
Fortalecer la voluntad sigue siendo el camino hacia la libertad.
- la pereza,
- abulia,
- apatía,
- el todo da igual;
- la rigidez estereotipada
- el “hay que hacer”,
- el “tienes que”.
El camino del equilibrio es el de la elección, el de fortalecer la voluntad de cada uno. Y los límites son sumamente necesarios para no perderse.
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