Una madre que disfruta al leer libros no sólo leerá a su hijo aunque pida una y otra vez el mismo cuento; sino que la manera de leerle será atrapante: Las voces, miradas, silencios, el ritmo de lectura, la creación de suspenso.
El placer de leer libros es como la gripe. Se contagia cuando convives con quien disfruta leer.
- por leer nosotros: leer a diario y tiradas en el sillón. No se trata de leer etiquetas de productos, recetas, etc.
- por el contagio: exponer al niño a la lectura brindando buen material, afiliándolos a bibliotecas infantiles (hay varias en nuestro país y con buen material)
- porque vean que uno disfruta de los libros y recurre a ellos: Estar hablando sobre X tema y pararse a buscar una cita, por ejemplo.
- es decir, por estar inmerso en una cultura lectora: que en casa se hable de libros, de sus tramas, de sus aportes, de lo que discrepamos, etc.
¿Disfrutas leyendo?
Confieso que en la escuela fui buena con el Mamá amasa al sol y Lalo mima al oso. Fácilmente decodificaba lo que mi maestra escribía en el pizarrón o lo que decían los libros de lectura de aquella época.
Pero a leer, a comprender y gozar de lo escrito, lo aprendí mucho antes con mi madre cuando preparaba sus clases de literatura. Ella tenía la costumbre de compartir algún pasaje leyéndolo en voz alta. Así vine a escuchar de niña a Horacio, Homero, Shakespeare, Dante, Jorge Amado, García Márquez, Neruda, Onetti. Cualquiera caía en nuestros oídos con aquel “Mirá lo qué dice aquí” que mi madre largaba al aire para el que quisiera unirse.
En ese entonces yo era demasiado pequeña para participar de los debates literarios entre mis padres y hermanos, pero escuchaba lo que en mi casa se hablaba.
Y algo quedó latiendo porque, cuando pude ver, vi.
- Descubrí que en los libros no hay principio ni final;
- que uno puede quedarse con el corazón en sintonía y unir las frases con la vida,
- el texto con la historia personal, afectiva;
- tomarse tiempo para rumiar, disfrutar, participar de algo que va más allá de lo escrito.
Nunca me preocupé por estimular a mi hija para que leyera. Cuando me vio interesada por los libros, se interesó en “leer” lo que allí decía. Claro que a su modo, pero el interés –que es el motor- lo tenía.
La escuela hizo el resto, y la apoyé cuando fue necesario por supuesto. Ahora continúa cultivando ese placer.
Sólo es posible gustar de los libros si nos expusimos al germen de la lectura.
Deletrear no es leer; decodificar tampoco. Puedo deletrear die Sonne ist ein Stern, y no entender qué quiere decir. Menos aún importarme un comino. Las actividades de estimulación nunca volverán a tu hijo un lector. Es contracultural que un docente diga semejante acierto; lo que los padres podemos hacer es crear el ambiente para que se contagie.
Si en la casa no hay libros o son objetos que a nadie le importan, poco puede importarle al niño lo que en ellos se esconde.
¿Conocen la máxima "los niños aprenden lo que viven"? Pues en esto también se aplica.
Ejercitarlo puede ayudarle a mejorar la destreza al leer, que es necesario pero no suficiente para ser lector. Uno se hace lector si está inmerso en una cultura de lectores, como se habla en esta breve historia de Ruth Kaufman (PDF) Y eso -una cultura lectora- sí es posible crear en casa.
Algunas estrategias:
- Disfruta leyendo, dale tiempo a los libros.
- Comparte lo que dicen los libros con otros integrantes de la familia.
- Recurre a los libros para buscar información o recordar algún dato (en lugar de siempre recurrir a Internet)
- Selecciona buen material de lectura.
- Aunque sea un poco grande, lee con tu hijo, un capítulo tú otro capítulo él.
Esa es la tarea de la familia: incorporar el hábito.
Los niños merecen que les leamos libros que nos encanten. La tarea de la familia es inducir el disfrute (que no debe perderse en la escuela, por cierto).
Anímate a disfrutar de los libros. Para pasarte el "germen", te invito a que leas una carta que escribe un padre a su hijo donde le habla de su amor a los libros. Maravilloso, tierno, profundo, y escrito de una manera hermosa. Tiene todo. Es Si una mañana de verano un niño, de Roberto Cotroneo.
Los niños merecen que les leamos libros que nos encanten. La tarea de la familia es inducir el disfrute (que no debe perderse en la escuela, por cierto).
Anímate a disfrutar de los libros. Para pasarte el "germen", te invito a que leas una carta que escribe un padre a su hijo donde le habla de su amor a los libros. Maravilloso, tierno, profundo, y escrito de una manera hermosa. Tiene todo. Es Si una mañana de verano un niño, de Roberto Cotroneo.
No olvides que su estímulo eres tú.
Dime, ¿qué tipo de lectura te agrada a ti? ¿y a tu hijo?

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