La plenitud de la madre afecta el vínculo con los hijos




Cuando recién nacen los hijos, la mujer que una es pasa a segundo plano. Es natural que toda nuestra atención se dirija a ellos.  Pero todo tiene un límite. No conviene pasar demasiado tiempo alejadas de nosotras mismas.


Tarea: Rescatar a nuestra mujer interior


Poco a poco, después del nacimiento, las madres vamos retomando las actividades que hacíamos. De alguna manera organizamos la vida para estar con nuestro hijo y retomar actividades con la pareja, amigas, el trabajo, etc.

Aún así, pocas mujeres dedican tiempo para estar consigo mismas. Para hacer aquellas cosas que le agradaban. Para recuperar su intimidad. Y la mujer interior se ve afectada.

La mujer interior, la más íntima de todas las “mujeres” que nos habitan, es nuestro cable a tierra.  Es la que nutre, de sentido a la madre, a la mujer trabajadora, a la que participa en actividades sociales y a todas las mujeres que nos habitan. Porque nunca te creerás que sólo eres mamá, ¿verdad?

Cuando esta interioridad va quedando sin espacio en la vida cotidiana, se activa nuestro piloto automático. Los primeros meses de maternidad no pasa nada. Cuando el automático dura todo el primer año, ya tentamos un poquito a la buena suerte. Pero uno no puede vivir en automático hasta que los hijos crezcan.

En la rutina de una madre la intimidad queda de lado. No importa tanto qué era lo que a esta mujer la hacía sentir conectada:
  • tomar mate tranquila mientras organiza sus pensamientos, 
  • leer una novela, 
  • nadar, 
  • trabajar entre las plantas, 
  • coser, 
  • meditar al sol 
  • cualquier cosa que implique tiempo de contacto con una misma, 
Estar con una misma es lo primero que se sacrifica porque "no hay tiempo".Y este sacrificio pasa desapercibido a la mayoría de quienes nos rodean.

Muy excepcionalmente se nos pregunta ¿te hacés un ratito para meditar? ¿Seguís pintando, vos que adorabas pintar? ¿Seguís saliendo a caminar de madrugada? ¿Cómo va el tejido, la novela que escribes? ¿Cuál es la última artesanía, receta, postre que creaste? O lo que sea que, como mujer, te guste hacer contigo misma.

El tiempo de una madre


Los manuales de maternidad advierten que ser madre exige de tiempo.
Si además la madre vive sola con los hijos (sin pareja, familiares, amigos o niñera que colabore en el cuidado de ellos), la desconexión con la mujer interior es casi un hecho. 
¿Cuántas de nosotras contratamos una niñera para encontrarnos con nosotras mismas? ¿Para meditar, leer, reconectar con quienes somos?

La tarea es reconocer la necesidad de ese espacio personal. Si lo sentimos necesario, le dedicaremos atención hasta recuperarlo. Y esto no sólo por nuestra salud sino porque afecta el vínculo con nuestro hijo.

La autopostergación puede afectar el vínculo madre-hijo

 

Para saber si estás en camino de olvidarte de ti, pregúntate:

 

  • ¿Cuáles son tus proyectos personales? (no laborales, eso lo cubre la mujer social)
  • ¿Qué intereses te mueven además del trabajo y tu hijo?
  • ¿Cuáles fueron las últimas dos horas seguidas sólo para ti? (sin limpiar, organizar cosas, etc.)
Si nunca te habías hecho este estilo de preguntas, puede ser que te seduzca vivir tu vida a través de la vida de tu hijo. Que te hayas alejado de ti para dedicarte completamente a él.
Muchas mujeres asimilan esto a ser unas “madrazas”. No es así. Tienes que encontrar un equilibrio entre tu ser madre y tu ser Tú.
Dejar tu vida de lado por tu hijo sólo es señal que no estás haciendo el trabajo de rescatar espacios para su mujer interior.

Señales a tener presente

 

Comenzar a vivir tu vida a través de la de tu hijo nunca queda claramente expresado como para darte cuenta a tiempo. Se trasluce en ciertas acciones, expresiones, sentimientos, pensamientos que te llevan a determinada manera de encarar lo cotidiano.

Lo que estaba bien cuando tu hijo era chiquito no conviene hacerlo cuando tiene más edad. La tarea es que se vaya volviendo responsable de sí mismo, y para lograrlo, debe ejercitarse a diario.

Quizá estás tentada de vivir su vida si te pasa alguna de estas situaciones:

  • Tu hijo olvida su merienda, ¿te preocupa que no pueda resolverlo solo y se la alcanzas?
  • ¿Le preparas las cosas de la escuela o le vas dictando para que no olvide?
  • Le indicas que se vaya a bañar, ¿entras y verificas que lo haga? 
  • Si le va mal en la escuela, ¿sientes vergüenza, fracaso? 
  • ¿Haces los deberes con él, por él? ¿Borras lo que hizo para que escriba mejor; arrancas la hoja y le obligas a empezar de nuevo para que no se noten los errores?
  • Tiene problemas con otros niños, ¿lo excusas, culpas a los otros? ¿tratas de animarlo y darle herramientas que pactuar?
  • Tú estás entretenida, haciendo algo que te encanta. Tu hijo te pide algo que puede resolver solo; ¿dejas lo que hacías para ayudarle? 

Desde que nace, la madre sabe que en algún momento el niño deberá volverse independiente.
Sin embargo tendemos -de diferente manera- a perpetuar la dependencia sin darnos mucha cuenta.
  • Para cuidarlo. 
  • Protegerlo. 
  • Porque lo amamos. 
Y todo eso es cierto. Pero también es cierto que, cuando una olvida cómo era estar a solas, vive su vida a través de la del hijo haciendo cosas que necesita aprender a hacer él (esto a veces también pasa a las mujeres con sus parejas).
La confluencia puede ser tal que al niño le resulte complejo encontrar rasgos de sí mismo en la vida que lleva.
Muchas veces esto produce apatía, esperar que otro resuelva sus cosas. Y hasta puede provocar depresión. La continua intromisión adulta hace que no se vea en su vida.

Si te preocupa que esto pueda pasarte, chequea cómo está el vínculo contigo misma. Puedes modificar tu comportamiento. Si no puedes sola, pide ayuda de forma que vuelvas a retomar tu intimidad, tus proyectos.

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Gracias

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